sábado, 7 de enero de 2012

El movimiento emancipatorio en América Latina - Revista Internacional de Masonería

El movimiento emancipatorio en América Latina - Revista Internacional de Masonería

Hiram Abifel hijo de una viuda Neftalí Revista Internacional de Masonería

San Martín, logias e independencia americana

San Martín, logias e independencia americana

Logia Lautaro. Sociedad francmasónica americana fundada en 1812. Era una rama de la Gran Reunión Americana de Londres o Logia de los Caballeros Racionales, fundada por Francisco de Miranda alrededor del año 1798. Tomó su nombre del caudillo araucano Lautaro (c. 1534-1557) que se sublevó contra los conquistadores españoles.

Contenido

[ocultar]

Condición masónica silenciada

Durante demasiado tiempo, la condición masónica de San Martín fue silenciada, debido a la excomunión que pesa sobre cualquier persona que participe de dichos ritos. Varios historiadores han ido descorriendo este velo y hoy, si bien no persiste el tabú, reina su hija contrahecha, la ignorancia. He aquí un por demás sucinto informe de la participación del Libertador en la Logia Lautaro, así como de la relación de esta sociedad secreta con la independencia de las naciones hispanoamericanas y la vida política de lo que hoy es Argentina en la década de 1810-1820.

La medalla belga y el anciano general

El 19 de enero de 1825 apareció una nota en el periódico "La Belge Ami du Roi et de la Patrie" ("La Bélgica Amiga del Rey y de la Patria") que informaba que Jean Henri Simon, grabador de Su Majestad, había sido comisionado por el gobierno para confeccionar diez medallas con efigies de hombres célebres, entre los que se contaba un remoto militar sudamericano, un tal José Francisco de San Martín. La medalla es el único retrato autentificado de San Martín de perfil, y lleva el enigmático texto "La III perfecta amistad const., Bruselas, 7 de julio, al General San Martín, 1825". Simon era un destacado masón. Muchos historiadores se han planteado si, en realidad, esta condecoración no era un reconocimiento de la masonería.
San Martín, con alguna breve interrupción, vivió exiliado en Bruselas entre 1824 y 1830, mientras Bélgica aún era parte del Reino de los Países Bajos. Desde allí remitió una carta a su compañero y amigo inglés, el general William (Guillermo) Miller acerca de su pertenencia a una sociedad secreta porteña de origen europeo, la Logia Lautaro: "No creo conveniente hable usted lo más mínimo de la logia de Buenos Aires: éstos son asuntos privados y que aunque han tenido y tienen una gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte de América, no podrían manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos".
Unas décadas después, alguien sí hablaría. El ya muy anciano general José Matías Zapiola (murió centenario en 1885) compañero de San Martín en la Logia y en su campaña libertadora, reveló a Bartolomé Mitre la existencia de la organización, sus duras luchas internas y la ruptura definitiva entre sus dos líderes, San Martín y Carlos María de Alvear, que terminaría con la victoria de este último y el obligado ostracismo del primero.
Pero para entender qué era la Logia Lautaro tenemos que remontarnos a fines del siglo XVIII y a las relaciones de un revolucionario venezolano con una potencia extranjera.

Francisco de Miranda

Francisco de Miranda nació en 1750, hijo de un comerciante canario que había hecho fortuna en Venezuela. Estudió en la Universidad de Caracas y, tras alistarse en el ejército español en 1771, combatió en África del Norte, en las Antillas y en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos durante 1780 y 1781, cuando España, junto a Francia y los Países Bajos, intervino como aliada de los revolucionarios. Viviendo como comerciante en Cuba, donde fue procesado por contrabando y lectura de libros prohibidos en 1783, fue condenado al destierro en el norte de África. Empero, Miranda logró huir y juró luchar contra la dominación colonial española en América.
Recorrió Europa y Estados Unidos buscando apoyos. Su pertenencia a la masonería le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes del mundo, a través de las logias europeas y americanas. Durante su estancia en Francia, se adhirió a la Revolución, que primero le nombró general y luego lo condenó a la guillotina; se salvó solamente por la caída de Robespierre.
En 1797, en París, presidió una reunión de partidarios de la independencia de las colonias españolas de América. En Londres, ese mismo año, fundó La Gran Reunión Americana, también conocida como Logia de los Caballeros Racionales. En dicha capital, sus hermanos masones le abrieron las puertas del gobierno británico. En su ardor por hallar su apoyo, no vaciló en tentar a varios funcionarios con la hegemonía comercial en los vastísimos territorios del Mississippi a la Patagonia. Miranda pretendía formar con ellos un único Estado hispanoamericano independiente, para el cual había proyectado una constitución, ideado un nombre (Colombia) e incluso diseñado una bandera, similar a las actuales enseñas de Venezuela, Colombia y Ecuador. La idea halló eco, aunque debió esperar a 1802 para comenzar a tener posibilidades de concreción: en ese año, España entró en guerra con Gran Bretaña.

El Plan Maitland y las invasiones británicas al Río de la Plata

Por ese entonces, en ciertos círculos del gobierno de William Pitt el Joven comenzaron a gestarse planes para una hipotética invasión a las colonias españolas de América del Sur. El plan más detallado fue redactado hacia 1800 por un militar escocés, Thomas Maitland, miembro del Parlamento y consejero de la Corona. El esquema suena perturbadoramente conocido: una fuerza invasora ocuparía Buenos Aires, avanzaría hacia Chile y desde allí atacaría Perú. Pero el secretario de Guerra de entonces, Henry Dundas, pensaba que había mejores maneras de conquistar los mercados de esa región: a través de la "influencia informal" del comercio y las finanzas (idea que el transcurso de las décadas revelaría clarividente).
A mediados de 1804, tres hombres se reunieron para desempolvar esos proyectos archivados. Se trataba nada menos que del primer ministro Pitt, el Primer Lord del Almirantazgo, Henry Melville, y de un tercer hombre cuyo destino luego estaría enlazado con los de lo que hoy son Argentina y Uruguay: el comodoro Home Riggs Popham, cerebro de las (fracasadas) invasiones al Río de la Plata de 1806-1807. Dichos ataques a Buenos Aires y Montevideo fueron realizados como primer paso de una estrategia continental que ya perfilaba el Plan Maitland, y que sería abortada por el paso de España de enemiga a aliada tras los sucesos de 1808 (imposición de un hermano de Napoléon como Rey de España).

La Logia Lautaro

Pero las semillas sembradas por Miranda dieron abundantes frutos. En 1811, en Cádiz, se había fundado la Logia Lautaro. Su nombre hacía honor a un caudillo araucano del siglo XVI, que llamó a su pueblo a sublevarse contra los conquistadores, pero también era un símbolo del propósito de la logia: "expedición a Chile" (¿recuerdan el plan Maitland?). Este secreto sólo se revelaba a los iniciados al tiempo de juramentarse (1).
En su inicio fue dirigida por José de Gurruchaga, y entre su miembros se contaban los venezolanos Santiago Mariño, Andrés Bello, Luis López Méndez y Simón Bolivar, el italiano Franco Isnardi, el mexicano José María Caro, los chilenos Bernardo O'Higgins, José Miguel Carrera y el padre José Cortes de Madariaga, el sacerdote paraguayo Juan Pablo Fretes y los argentinos José de San Martín y Tomás Guido.
Siguiendo la antigua tradición de adoptar nombres simbólicos o iniciáticos, José de San Martín era conocido entre los lautarinos como Hermano Inaco.

La logia en Buenos Aires

Tras meses de luchas internas en el seno de la Revolución porteña, se creó el Primer Triunvirato el 22 de setiembre de 1811, integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea. El verdadero poder, sin embargo, residía en su Secretario de Gobierno y Guerra, Bernardino Rivadavia. La nueva institución gubernativa tenía un acentuado carácter centralista y autoritario, lo que le granjeó la activa desconfianza del resto de las Provincias Unidas.
En esos mismos días, José de San Martín salió de Cádiz a Londres. Se sostiene que fue su amigo James Duff, cuarto Conde de Fife, un oficial escocés que peleaba contra Napoleón (2), activo miembro de la masonería, el que lo convenció de tomar el camino que le ganaría la gloria. San Martín se encontró, sin embargo, con un escollo: las autoridades españolas no estaban dispuestas a aceptar que un militar capaz abandonara el país, más aún conociendo su origen sudamericano. Duff contactó entonces a otro escocés, Sir Charles Stuart, antiguo encargado de negocios de la embajada británica en Madrid y entonces en Lisboa, quien consiguió un pasaporte y un pasaje hacia Inglaterra, al que agregó varias cartas de presentación y letras de crédito. Así San Martín llegó a la capital británica a fines de 1811.
Durante sus cuatro meses de estadía en Londres, San Martín tomó contacto con Andrés Bello y con personas vinculadas a Duff, quienes le hicieron conocer el citado Plan Maitland. Finalmente, en enero de 1812, emprendió el regreso a su tierra natal a bordo de la fragata inglesa "George Canning", junto a dos militares compatriotas y compañeros de logia: los nombrados Carlos María de Alvear y José Matías Zapiola .
Arribaron a Buenos Aires en marzo, encontrando a los revolucionarios profundamente divididos. El Primer Triunvirato expresaba el proyecto político y económico de los grupos mercantiles porteños. La oposición se había nucleado alrededor de una de las figuras más interesantes y menos conocidas de la revolución hispanoamericana, Bernardo de Monteagudo, líder de la Sociedad Patriótica. Sus miembros, herederos del ideario radical del fallecido secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, se reunían en el Café de Marco (sito en la esquina de las actuales calles Alsina y Bolívar) (3) y su divisa era una cinta celeste y blanca. La Sociedad nació en 1811, entonces oponiéndose a la política moderada de Cornelio Saavedra y la Junta Grande, y contaba entre sus miembros a Julián Álvarez, Agustín Donado, Francisco Planes, Nicolás Rodríguez Peña, Ignacio Núñez, Hipólito Vieytes y Salvador Cornet, entre otros. Su ideario se expresó a través de dos periódicos: "El Grito del Sud" y "Mártir o Libre".
(1) Vicente Fidel López (1815-1903), "Historia de la República Argentina", Buenos Aires, 1912, Tomo VI, pág. 305.
(2) Alcanzó el grado de mayor general en el ejército español, fue declarado Grande de España y condecorado con la Orden de San Fernando.
(3) Como dato curioso, puede decirse que ya en esa época contaba con billares.

El funcionamiento de la logia

San Martín y Alvear atrajeron hacia su organización a buena parte de los miembros de la Sociedad Patriótica, que terminaría disolviéndose en enero de 1813. No se conservan los estatutos de la Logia, pero conocemos su funcionamiento gracias a dos fuentes. Una es la ya citada infidencia de Zapiola a Bartolomé Mitre; la otra es una copia del estatuto de la filial chilena, de puño y letra de Bernardo O'Higgins, seguramente muy similar a su versión argentina.
Sabemos que sus reglas disponían que los hermanos elegidos para una función militar, administrativa o de gobierno debían hacerse asesorar por el Consejo Supremo en las resoluciones de gravedad, y no designar jefes militares, gobernadores de provincia, diplomáticos, jueces, dignidades eclesiásticas, ni firmar ascensos en el ejército y marina sin previa anuencia de los llamados Venerables del Último Grado. Estos miembros venían a ser, ni más ni menos, el verdadero gobierno secreto del país. Era la ley primera "ayudarse mutuamente, sostener la logia aún a riesgo de la vida, dar cuenta a los venerables de todo lo importante, y [lo que aquí nos importa] acatar sumisamente las órdenes impartidas". En caso de contrariar a la logia, la persecución y el desprecio lo perseguirían de por vida.
"Gemía la América bajo la más vergonzosa y humillante servidumbre, dominada con cetro de fierro por la España y sus reyes, como es notorio al mundo entero, y lo han observado por tres siglos con justa indignación todas las naciones".
Continúa el estatuto declarando que la caída del monarca español creaba las condiciones para la independencia, pero que la falta de un orden de recambio dio paso "a las querellas de los pueblos, al extravío de la opinión, al furor de los partidos y los intereses de la ambición, sin que los verdaderos amigos de la patria pudiesen oponer a estos gravísimos males otro remedio que su dolor y confusión". Hermosas, sabias y (desgraciadamente) muy actuales palabras.
La logia matriz estaba formada por trece caballeros, además del presidente, el vicepresidente, un secretario para América del Norte, un secretario para América del Sur, un orador y un maestro de ceremonias. La organización no admitía extranjeros, pero, en este contexto, todos los hispanoamericanos son considerados connacionales.
No se permitía el ingreso de parientes cercanos para evitar el riesgo de nepotismo. Cuando algún miembro fuera designado en un cargo provincial, estaba habilitado a fundar una filial subalterna de hasta cinco miembros.
La Logia mantenía reuniones en las casas de alguno de sus miembros o en un local ubicado en lo que actualmente es la calle Balcarce, frente al Convento de Santo Domingo. Entre sus asociados estaban Juan Martín de Pueyrredón (militar y futuro Director Supremo), Antonio Alvarez Jonte y Nicolás Rodríguez Peña (futuros triunviros) y Julián Alvarez (miembro de la Sociedad Patriótica y nexo con ésta).

La logia y la política de las Provincias Unidas (1812-1814)

El descontento con el módico avance de los gobiernos revolucionarios, sumado a las sucesivas derrotas sufridas por sus ejércitos, provocaron la "revolución" del 8 de octubre de 1812. Ese día, las tropas de San Martín y otros cuerpos militares se hicieron eco del descontento popular y derrocaron al Primer Triunvirato, reemplazándolo por otro afín a las ideas de la Logia y la Sociedad Patriótica, compuesto por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Alvarez Jonte. Paso logró mantenerse de un Triunvirato a otro, según el historiador Héctor Tanzi, gracias a un aporte monetario que sirvió para pagar sueldos atrasados y adquirir necesarias caballadas para las tropas patrias...
Una de las decisiones más importantes de este Triunvirato fue convocar a una asamblea de delegados de los pueblos del virreinato sublevado para enero de 1813, la posteriormente denominada Asamblea del Año XIII.
La convención tuvo 26 miembros, de los cuales siete eran miembros de la Logia desde su nacimiento europeo, algo que era sabido entonces por sus opositores, entre ellos Vicente Anastasio Echevarría (rico abogado rosarino, luego financista de la campaña corsaria de Hipólito Bouchard). Su presidente fue Carlos María de Alvear, pese a su juventud (¡tenía 23 años!). Sus secretarios fueron Valentín Gómez y el omnipresente Hipólito Vieytes. Y por cierto, el menos importante de sus miembros no fue Monteagudo.
La asamblea inició sus deliberaciones el 31 de enero. Se había decidido que estaría conformada por cuatro diputados por Buenos Aires, dos por cada capital de intendencia, uno por cada ciudad dependiente y dos por Tucumán, en premio al valor demostrado por los habitantes de esa comarca en el decisivo triunfo del 24 de setiembre de 1812, en el que las tropas de Manuel Belgrano salvaron para la Revolución todo lo que hoy es el noroeste argentino.
Hubo entonces una profunda divergencia acerca de la postura sanmartiniana de declarar inmediatamente la independencia. Los partidarios de Alvear, expresando el parecer de los grupos que antaño apoyaron al Primer Triunvirato, se negaban a dar ese paso, al menos en esas circunstancias: estaban atemorizados por la situación internacional. Gran Bretaña no estaba dispuesta a apoyar abiertamente la independencia de las colonias americanas, comprometiendo su alianza con España. El vecino Brasil portugués no disimulaba su hostilidad, y la causa de la revolución estaba comprometida por los fracasos militares y las divisiones internas de Chile a Colombia y de México a Venezuela. San Martín contaba de su lado a Zapiola, Manuel Moreno, Donado y pocos más; Alvear, a Valentín Gómez, Gervasio Posadas, Juan y Ramón Larrea, Vieytes, Monteagudo, Miguel de Azcuénaga, Tomás Guido, Manuel García y Antonio y Juan Ramón Balcarce, entre otros.
Para complicar aún más este juego de poder, el 13 de abril de ese año, los representantes del pueblo de la Banda Oriental (el actual Uruguay, en esa época parte integrante del antiguo Virreinato y alzado en armas contra el poder realista, salvo Montevideo, que permanecía ocupada) se reunieron en el pueblo de Tres Cruces, entonces en las afueras de Montevideo y hoy uno de sus barrios, y aprobaron las instrucciones a sus enviados a la Asamblea. Las mismas planteaban el proyecto político más completo y adelantado que hubo en la región en varias décadas: independencia de España, adopción de un régimen federal de gobierno, división de poderes, abolición de la esclavitud y libertad civil y religiosa. Había dos propuestas que, aún más que las anteriores, alienaron a los representantes de la burguesía porteña, cuya cabeza más conspicua era Alvear: las provincias retendrían para sí toda potestad no delegada expresamente al gobierno federal, y la capital de la nueva nación no sería Buenos Aires.
Algunas de las ideas de Artigas había planeado poner en práctica en la Banda Oriental (reforma agraria ¡en 1813!) terminaron por espantar a sus opositores de Buenos Aires. Si los diputados de Artigas se hubieran incorporado a la Asamblea, hubieran hecho causa común con los delegados próximos a San Martín y hubieran estado en posición de fuerza.
El 1º de junio es el infame día en el que la Asamblea rechazó los poderes de los diputados orientales por supuestos vicios en la forma de elección. En esa discusión se fueron los meses; Artigas, irritado, retiró a sus tropas del sitio de la plaza realista de Montevideo el 20 de enero de 1814.
En el propio seno de la Logia, la derrota de San Martín fue completa. Fue obligado a dejar de ser Venerable y a alejarse de la participación activa en la misma, dedicándose exclusivamente a las tareas militares. Sin embargo, no fue expulsado ni renunció, porque el juramento masónico es irrenunciable. Como se dice en las entidades secretas, se "durmió".
Además de célebres medidas como decretar la libertad de vientres, la libertad de prensa y la abolición de la tortura, la Asamblea estableció el cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (21 de enero) y eligió para el cargo, al día siguiente, al tío materno de Alvear, Gervasio Posadas. San Martín, derrotado, fue enviado a Tucumán a reorganizar al Ejército del Norte. Conociendo que la lucha en el norte estaba en un punto muerto del que era imposible salir, más tarde argumentaría problemas de salud y sería trasladado a Córdoba, para luego, en setiembre, ser designado gobernador de Cuyo. De Chile sólo lo separaban los Andes, nada más y nada menos.
A fines de 1814, Alvear tuvo que asumir en persona el cargo de Director, remplazando a un Posadas desgastado por la crisis con Artigas y las provincias que se le unieron.

La "protección" británica

"San Martín, como hemos visto, buscó el apoyo británico. Esto no lo hace menos patriota. La conducción de toda guerra requiere una política de alianzas. Esto no significa identificarse con los ideales o los intereses de los aliados".
Rodolfo Terragno, Maitland y San Martín, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1998.
Una cosa es buscar una alianza y otra muy distinta es identificarse con los intereses de los aliados. Es una idea que San Martín siempre tuvo clara y que, por desgracia, estuvo ausente en el bloque del que Alvear era emergente, y que a partir de entonces sería una fuerza gravitante en la vida política argentina, ya sea en el poder o en los muy escasos momentos de nuestra historia en que estuvo a la defensiva.
Durante el verano austral de 1815, Alvear mandó a Manuel García a Río de Janeiro, sede de la Corte portuguesa mientras durara la guerra contra Napoleón, a entrevistar a Lord Strangford, representante de la Corona británica ante la misma. García tenía instrucciones de solicitar el protectorado de Gran Bretaña sobre las Provincias Unidas, un apenas maquillado retorno al coloniaje, ahora en inglés. La nota incluía esta frase: "solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males acogiendo en sus brazos a estas Provincias que obedecerán a su Gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer". Belgrano y Rivadavia, que estaban en Río de Janeiro en camino a Europa, en misión diplomática, lograron frenar la entrega de la nota.
Alvear comenzaba a ser resistido incluso en Buenos Aires. Debió tomar medidas represivas que lo hicieron aún más impopular; intentó sacarse de encima a San Martín, pero los cabildos cuyanos de Mendoza y San Juan abortaron la maniobra. El 3 de abril de 1815 se sublevó el ejército del general Ignacio Álvarez Thomas, y el 15 una multitud porteña le reclamó la renuncia. Alvear no tuvo más remedio que retirarse del poder, ante el júbilo de Artigas y San Martín.

La Independencia

Tras varios meses de marchas y contramarchas, el 3 de mayo de 1816 se hizo cargo del Directorio un miembro de la Logia aliado a San Martín, Juan Martín de Pueyrredón, indicación de una reorientación de los objetivos del grupo. Por esa misma época se había reunido un nuevo congreso de delegados de las Provincias Unidas: el que luego se conocería como el Congreso de Tucumán. Provincias como Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, aliadas a Artigas, no enviaron representantes; sí lo hicieron Potosí, Charcas y Cochabamba, hoy parte de Bolivia. Sirva este detalle como símbolo de la inestabilidad fundamental, en sus épocas tempranas, de lo que hoy entendemos como la Nación Argentina.
En el Congreso se repetía la división que había surgido dentro de la Logia Lautaro con respecto a la necesidad de declarar la independencia. Entre bambalinas, San Martín y Belgrano eran sus dos adalides. Ambos incluso tenían una teoría de cómo debía ser la forma de gobierno. Como casi todos entonces, pensaban en una monarquía constitucional, pero le agregaban un condimento extra: el monarca debería ser un descendiente de los emperadores incas.
La propuesta de la restitución de la monarquía del Cuzco fue expuesta por Manuel Belgrano en la sesión secreta del 6 de julio de 1816, y aprobada por el 31 del mismo mes. La corriente dominante de los historiadores argentinos la trata como una idea disparatada, y es por ello que se le dedica poco espacio en cualquier obra histórica que trate sobre la época. En este desprecio continúan la inquina que sintió la burguesía porteña, que haría lo imposible hasta terminar abortando la idea.
Mitre explica, en su "Historia de Belgrano", las razones que alentaban dicha idea: "(...) Pero la monarquía incásica era todavía algo más que un ideal: era un modo convencional, y según el consenso universal, el único modelo humano digno de admirarse y de imitarse como lo es racionalmente hoy la democracia americana (..)". (1).
Esta propuesta de Belgrano era la respuesta de la Logia a la derrota de Napoleón en Waterloo, que dificultaba las opciones republicanas, y salía al encuentro de la sublevación de las masas aborígenes del Alto Perú (2). La propuesta del Rey Inca abrazaba la idea de la nación continental que ya aparecía en las maquinaciones de Miranda, y en el Plan Revolucionario de Mariano Moreno y sus continuadores en la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro.
La independencia fue declarada por fin el 9 de julio de 1816. Simultáneamente, se acercaba la hora de la liberación de la patria de Lautaro.

La liberación de Chile y el final de la logia

A comienzos de 1817 se produjo el cruce de los Andes por parte del ejército argentino - chileno. En febrero las armas revolucionarias obtuvieron una importante victoria en Chacabuco y entraron en Santiago. Apenas era 12 de marzo de 1817 cuando se fundó la filial chilena de la Logia Lautaro. Sus cerebros eran Bernardo O'Higgins y José de San Martín, y otros miembros destacados eran Tomás Guido, José Antonio Balcarce, José Ignacio Zenteno, Juan Gregorio Las Heras, Ramón Freire, Manuel Blanco Encalada, Miguel Zañartu y Ramón Arriagada.
Ya en Chile, una vez afirmada su independencia con la victoria de Maipú en 1818, llegaba la última parte del plan: el ataque a Perú, en movimiento de pinzas coordinado con los ejércitos de Bolívar operando desde el norte. Es en ese entonces que San Martín recibió una orden de la Logia de Buenos Aires: retornar con su ejército para aplastar las sublevaciones de los caudillos del Litoral, Estanislao López y Francisco Ramírez. El Libertador se negó, en sus propias palabras, a "derramar sangre de hermanos". Sometida a votación su renuncia en Rancagua, el Estado Mayor del Ejército de los Andes, el 26 de marzo de 1820, resolvió a la vez rechazarla y desobedecer la orden del gobierno de Buenos Aires.
Esta decisión fue fatal para el Directorio porteño. Puede decirse que, a la vez, implicó el cumplimiento de la finalidad originaria de la Logia Lautaro y la condenó a la desaparición. Pueyrredón, fiel sostén de la campaña a Chile pero temeroso de cualquier movimiento de índole popular, ya había caído en abril de 1819, entregado por la Logia como chivo expiatorio. En febrero de 1820, en Cepeda, las montoneras del Litoral aplastaron a los debilitados ejércitos porteños.
Seguiría a ello la disolución de la Logia y décadas de guerra civil en las Provincias antiguamente Unidas. Buenos Aires, incapaz de imponer su proyecto, debió replegarse sobre sí misma durante unos años. Pero el grupo dominante no olvidaría que, en buena medida, debía su fracaso a la negativa de San Martín a abandonar la campaña libertadora para salir en su defensa. Esto le costaría al hombre de Yapeyú la permanente hostilidad de las autoridades de su patria (con la excepción del citado López y de Juan Manuel de Rosas) y le haría imposible (por falta de apoyo) coronar su campaña con el galardón de haber derrotado definitivamente al orgulloso león español, tarea que le correspondería a otro Libertador y miembro de sociedades secretas independentistas, su amigo Simón Bolívar. Como tantos otros en la historia de nuestras naciones, el premio a sus esfuerzos fue el exilio.

(1) La "Historia de la Filosofía" (1770) del abate Guillaume Raynal y "Los Incas", de Jean François Marmontel (1777) habían popularizado en Occidente una visión idealizada y algo ingenua del Imperio del Cuzco. Exagerando sus (innegables) características positivas, el Imperio Inca aparecía como la realización del sueño de la Edad de Oro, el asilo de la inocencia primitiva, el tipo ideal de civilización humana; por contraposición, los conquistadores españoles eran bárbaros sedientos de oro. "Los Incas" es en realidad una novela histórica mimada por el error, en la tradición de Rousseau, donde el ser humano en estado natural es básicamente bueno, y la corrupción viene con la civilización, en este caso, el imperialismo español (por cierto haciendo la vista gorda de sus iguales inglés u holandés, por no hablar del francés). Dicha literatura era ilegal en la América española, lo que por cierto no impedía que fuera conocida por los patriotas.
(2) Debido a sus convicciones católicas, Belgrano nunca fue parte de la Logia Lautaro, aunque casi siempre estuvo de acuerdo con sus posturas.

Actividad masónica de San Martín según Alcibíades Lappas

A principios de 1808, en fecha aún no precisada, siendo San Martín edecán del general Francisco María Solano, marqués del Socorro, capitán general de Andalucía, fue iniciado masón en la Logia Integridad de Cádiz, logia masónica de la que el marqués era el Venerable Maestro. Posteriormente se afilió a la Logia Caballeros Racionales Nº 3 de la precitada ciudad y en dicha logia masónica recibió el tercer grado simbólico, o sea el de Maestro Masón, el 6 de mayo de 1808.
Ahí fue donde conoció a varios de los futuros promotores de la independencia americana. Después del asesinato del general Solano en manos de una exaltada multitud, el día 24 de ese mes de mayo. San Martín, de incógnito, se ausentó a Sevilla, desconociéndose con exactitud las demás actividades masónicas que desarrolló en la península, pero se sabe que al ser requeridos sus servicios para la libertad de la Patria que lo vio nacer, recibió la ayuda financiera necesaria para trasladarse a Londres por intermedio de sir Charles Stuart, agente delegado en España de la "Gran Reunión Americana" de Londres, fundada por Miranda. Una vez llegado a la capital británica, donde permaneció cuatro meses, participó de la fundación de la Logia Caballeros Racionales Nº 7 de Londres. En esa ciudad fue acogido fraternalmente por uno de los más prominentes miembros de la Masonería londinense, el conde de Fife, quien arregló asimismo los pormenores de su viaje a Buenos Aires.
De este modo, San Martín llegó a bordo de la fragata "Jorge Canning", junto con los oficiales, Alvear, Zapiola, Holmberg, Chilavert, Vera Arellano y otros, todos ellos iniciados en Europa en distintas Logias masónicas. Ya en Buenos Aires los viajeros se pusieron en contacto con el doctor Julián B. Alvarez, Venerable Maestro de la Logia Independencia, quien los orientó en sus primeros pasos introduciéndolos en la sociedad porteña y facilitándoles los elementos que los ayudarían en la formación de la Logia Lautaro, cuyo primer V. Maestro fue Alvear.
El 16 de marzo de 1812 el Triunvirato confió a San Martín la organización de un regimiento de caballería que sería el germen de donde surgió posteriormente el glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo, con el cual once meses después San Martín libró su primer combate en tierra americana: San Lorenzo. Es interesante hacer constar aquí que nueve décadas más tarde, en ese mismo lugar y un mismo 3 de febrero, se fundó la Logia General San Martín Nº 186 para honrar la memoria del prócer y aquel histórico hecho de armas.
Después de organizar el Ejército del Norte y coordinar con Güemes la defensa de aquella región contra cualquier intento de invasión proveniente del Alto Perú, San Martín marchó a Córdoba, donde reunió un grupo de patriotas para iniciarlos en la Masonería, confiándoles sus proyectos de liberación de Chile. El 24 de mayo de 1814, según el acta existente, quedó constituida la Logia Lautarina de Córdoba. El 6 de setiembre de 1814 San Martín se hace cargo de sus nuevas funciones, trasladándose a Mendoza y preparándose con ahínco a organizar su gran ejército, al mismo tiempo que surge la lautarina mendocina. Ante la indecisión de las autoridades de Buenos Aires, los miembros de las Logias lautarinas, bajo la inspiración de San Martín y de Belgrano, presionaron para que se convocase a un Congreso, que fue el mismo que el 9 de julio de 1816 proclamó en Tucumán la independencia argentina y nombró a Pueyrredón como Director Supremo. Este y San Martín se entrevistaron poco después en Córdoba para ponerse de acuerdo sobre los planes de la inminente misión libertadora. Como resultado de esas conversaciones, San Martín fue designado general en jefe del Ejército de los Andes por decreto de 1º de agosto de 1826. Casi al mismo tiempo fundaba la Logia del Ejército de los Andes y asumía el cargo de Venerable Maestro, en cuyo seno serían iniciados muchos destacados jefes y oficiales de dicho Ejército.
El 19 de enero de 1817 las tropas libertadoras emprendieron el cruce de los Andes y en los llanos de Chacabuco obtuvieron el 12 de febrero la resonante victoria que libertaría la capital chilena, en la cual dos días después San Martín hizo su entrada triunfal. El parte de esa batalla, firmado por el Libertador, no lleva la rúbrica habitual de éste, sino la que utilizaba en los documentos masónicos. A fines de marzo vino a Buenos Aires, en secreto, para tratar con Pueyrredón y la lautarina porteña sus nuevos planes para independizar al Perú. De regreso a Chile, batió totalmente, el 5 de abril de 1818, a las fuerzas españolas afianzando definitivamente la libertad de ese país.
El 28 de enero de 1819 las autoridades chilenas lo nombran general en jefe del Ejército Libertador del Perú, para donde partió desde Valparaíso, el 20 de agosto de 1820, desembarcando en playas peruanas el 8 de setiembre. El 10 de julio de 1821 entró en Lima. Cinco días después, el Cabildo limeño proclamó que "la voluntad general se había decidido por la independencia del Perú de la dominación española y de cualquiera otra extranjera". El 28 de julio fue jurada la independencia nacional y el 2 de agosto San Martín, proclamado Protector del Perú, asumió el mando supremo y sancionó una serie de disposiciones que afianzaron la libertad. Entre éstas figura la liquidación de la Inquisición, mandando el 8 de febrero de 1822 que los bienes del terrorífico tribunal fuesen destinados para el aumento y la conservación de la biblioteca de Lima, institución que, según palabras textuales del Libertador, "es tan luctuosa a los tiranos como plausible a los amantes de la libertad". Ese mismo año fundó la Logia Paz y Perfecta Unión de la ciudad de Lima que prosigue su labor masónica bajo el Nº 1 en el registro de la Gran Logia del Perú. Por su parte, un grupo de patriotas peruanos, encabezados por José Faustino Sánchez Carrión, fundaron la Logia Orden y Libertad, que trabaja con el Nº 2 en el mismo registro.
Con la rendición de la fortaleza del Callao quedó afianzada la libertad peruana. Mientras tanto, los ecuatorianos habían proclamado su independencia, pero era necesario fortalecerla, para lo cual los patriotas guayaquileños enviaron al Perú a José M. Villamil para que estableciese contacto con San Martín. Este le impartió instrucciones y comisiones a los generales Guido, Luzuriaga y Espejo para representarlo en Guayaquil. Estos enviados se incorporaron a la Logia Estrella de aquella ciudad. Logia que preparó la histórica entrevista que más tarde sostuvo con Bolívar el 27 de julio de 1822. San Martín, en magnífico rasgo de desinterés, cedió a Bolivar el honor de poner fin a la guerra de la independencia; pero el destino quiso que fuera otro masón, el general Antonio José de Sucre, quien obtuviera la victoria definitiva en Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, recibiendo por tal motivo el honroso título de Gran Mariscal de Ayacucho.
Instalado el Congreso Constituyente del Perú el 20 de setiembre de 1822, que otorgó a San Martín los títulos de Fundador de la Libertad del Perú y Generalísimo de las Armas Peruanas, éste se despojó del mando supremo que había ejercido hasta entonces con el título de Protector y abandonó aquel país para radicarse por un tiempo en su propiedad de la provincia de Mendoza. El 10 de febrero de 1824 se embarcó para Londres.
Durante su permanencia en Londres mantuvo conversaciones con Rivadavia, pero no lograron conciliar sus respectivos puntos de vista. Pasó una temporada en el castillo de su amigo y hermano en masonería, el conde de Fife, en la localidad de Branff, Escocia, donde San Martín frecuentó las Logias San Andrés Nº 52 y San Juan Operativo Nº 92, ambas pertenecientes a la jurisdicción de la Gran Logia de Escocia. El conde de Fife, hasta 1848, fue Gran Maestre de la Gran Logia Provincial de Branffshire, jurisprudencia de la Gran Logia de Escocia. En ese mismo cargo lo sucedieron otros dos miembros de su familia: Jaime 5º conde de Fife, Gran Maestre Provincial de 1848 a 1881 y Alejandro 6º conde de Fife y primer duque de Fife, Gran Maestre Provincial de 1881 a 1891.
Abandonó después San Martín las islas británicas trasladándose a Bruselas, donde se incorporó a la Logia La Perfecta Amistad de esa ciudad, que dependía del Gran Oriente de los Países Bajos. En esa época los belgas le ofrecieron a San Martín el mando de las tropas, ofrecimiento que éste rechazó en una carta altamente emotiva, en la cual señalaba que si bien siempre estuvo del lado de las libertades de los pueblos, "al retirarse de la contienda americana juré no desenvainar la espada si no lo requería así la libertad de mi patria". Sin embargo, recomendó a otro masón: el general van Halem. En honor de San Martín la Logia mencionada mandó acuñar una medalla de plata cuyo facsímil existe en poder de la Masonería Argentina. Además, el Capítulo Rosa Cruz los Amigos Filántropos de Bruselas hizo confeccionar otra similar que se encuentra en el Museo Mitre de la ciudad de Buenos Aires. Cabe destacar que dichas medallas (comprobadamente auténticas) tienen la peculiaridad de representar al Libertador de perfil y son debidas a un distinguido artista europeo, Henri Simon, quien era masón, y para quien San Martín posó especialmente. Si grande es su valor desde el punto de vista masónico, no menos lo es desde el punto de vista iconográfico, ya que como dijimos, es el único perfil auténtico que se conoce del Libertador.
Al radicarse en Francia, San Martín se encontró con Alejandro Aguado (de origen judío o para algunos, más específicamente, judío-portugués), marqués de las Marismas (Guadalquivir), a quien hacía largos años que no veía y hacia quien guardaba una fraternal amistad por haber pertenecido ambos a la Logia Integridad de Cádiz. Aguado invitó a San Martín a residir cerca de él, en el Bourg, próximo a París. Así es como figuran las firmas de ambos como participantes en las reuniones masónicas de la Logia de Ivry, de la que era Venerable Masón el médico particular de Aguado y de la Casa Real, doctor Rayer, quien con el tiempo llegó a ser decano de la Facultad de Medicina de París, miembro del Instituto y presidente de la Sociedad de Biología. Un tiempo después, San Martín fallecía en Boulogne-sur-Mer, a donde se había trasladado en busca de alivio para su quebrantada salud. El deceso ocurrió el 17 de agosto de 1850.
Los apasionados acontecimientos políticos americanos habían hecho olvidar la figura de San Martín, pero había de ser un eminente masón –Domingo Faustino Sarmiento- quien reivindicaría la gloria del Libertador con sus publicaciones aparecidas en Chile, primero, y, más tarde, en Buenos Aires. Al constituirse en esta ciudad la Logia Unión del Plata, en 1855, Sarmiento y Santiago R. Albarracín fueron comisionados por el taller masónico citado para emprender los trabajos tendientes a erigir una estatua en honor del Libertador. Estos trabajos tuvieron su coronación al celebrarse la ceremonia inaugural el 13 de julio de 1862, ocasión en que hicieron uso de la palabra el Gobernador de la Provincia, encargado del Poder Ejecutivo Nacional, general Bartolomé Mitre; el general Enrique Martínez en representación del Ejército; el general Tomas Guido, que fue colaborador y amigo íntimo de San Martín, y el general Lucio Norberto Mansilla, comandante de la Guardia de Veteranos, todos ellos masones. El acta correspondiente fue labrada por el escribano Adolfo Saldías (p), también masón y suscrita por los siguientes hermanos masones: Bartolomé Mitre, Santiago R. Albarracín, Eduardo Costa, Juan Andrés Gelly y Obes, José Matías Zapiola, Lucio Norberto Mansilla, Enrique Martínez y Manuel H. Aguirre.
Una vez dado este primer paso, los masones argentinos propiciaron la repatriación de los restos del Libertador, presentando en tal sentido un proyecto de ley a la Cámara de Diputados de la Nación los legisladores Adolfo Alsina y Martín Ruiz Moreno, que oportunamente recibió sanción. Pero la guerra con el Paraguay impidió concretar el traslado hasta 1880, y como el proyecto inicial no previó un lugar determinado para que fueran depositados los restos del ilustre soldado –ya que la idea que había prevalecido era ponerlos bajo la custodia de la ciudad que fuese erigida en capital de la República-, la comisión que tenía a su cargo esta patriótica labor pensó colocarlos provisionalmente en la catedral de Buenos Aires. Entonces la Iglesia planteó un grave problema, puesto que las autoridades eclesiásticas se basaban en el hecho de que los cánones apostólicos romanos prohíben depositar los restos de un masón en un lugar consagrado, y Mitre había decretado la secularización de los cementerios únicamente. Después de muchas deliberaciones, gestiones y consultas, la iglesia encontró la solución admitiendo la construcción de un mausoleo junto al edificio de la Catedral, es decir, fuera del recinto o cuadrilátero consagrado, para que se guardasen los restos del más grande de los argentinos, por ser un masón. Pero esto no fue todo: las autoridades eclesiásticas no estaban conformes y colocaron el ataúd con la parte superior inclinada hacia abajo, con lo cual se aludía a la premisa de que los que mueren fuera del seno de la Iglesia van al infierno, que, según ella, se encuentra en las entrañas de la Tierra.
Sólo dos décadas después la Iglesia cambió de actitud, comenzando a rendir tributo a San Martín. Coincidentemente, a partir de 1903 y a título de ser la iglesia Catedral el santuario donde se guardaban los restos del Libertador, fueron sancionándose leyes tras leyes y dictándose decretos tras decretos que concedían créditos para reparaciones, refacciones, etc., que la autoridad eclesiástica había de efectuar en su sede central.
La Masonería Argentina ha considerado a San Martín como uno de sus más prestigiosos miembros y exalta su figura como paradigma de la virtud y del desprendimiento. Bajo la Jurisdicción de la Gran Logia de la Argentina funcionan en la actualidad las logias Lautaro Nº 167 de la ciudad de Buenos Aires y Lautaro de Mendoza Nº 368, así como las logias General San Martín Nº 186, fundada inicialmente en San Lorenzo, pero que actualmente trabaja en la ciudad de Rosario, General San Martín Nº 57 de Bragado, General San Martín Nº 272 de Bahía Blanca y General San Martín Nº 384 de Lanas. Bajo la jurisdicción del Supremo Consejo grado 33º para la R. Argentina funciona el Capítulo Rosa Cruz General San Martín Nº 8 y el Capítulo Rosa Cruz Gran Reunión Americana Nº 17. Con el nombre "General San Martín" trabajan varios otros talleres masónicos en otras partes de América.

Comentario de Francisco Franco sobre la masonería en América

"La masonería es un producto inglés, al modo como el comunismo lo es ruso; un producto que ha logrado nacionalizarse en otros países, como en Norteamérica, y especialmente en Francia, a la manera que el comunismo lo ha hecho en Yugoslavia. Pero de la misma forma que el comunismo, en Francia o en Italia, , no respira más que conforme a lo que le indican sus amos desde Moscú, de análoga forma la masonería española cumplía aquellas consignas que partían de Londres o de París. Que la masonería fue la activa socavadora de nuestro imperio nadie puede negarlo. Ella fue quien logró la expulsión de los jesuitas, uno de los hechos que causaron más daño a nuestra América. Ella, quién llevó la guerra a nuestras colonias y quien convirtió a nuestro siglo XIX en un rosario sin fin de revoluciones y de contiendas civiles. Para Inglaterra fue el medio de activar la desmembración de un imperio que le hacía sombra; para Francia, el mejor sistema de eliminar su frontera sur y un rival. A ninguna de las dos naciones le convino jamás una España fuerte, y jugaron "al alimón" (1) para lograrlo".
"Todos cuantos sucesos revolucionarios se provocaron en el siglo XIX fueron dirigidos y explotados por la masonería: la emancipación de los pueblos de América, las traiciones de Riego y de Torrijos, la pérdida de las Colonias, la revuelta sangrienta de Barcelona, la proclamación de las dos Repúblicas, la revolución de Asturias en el año 34, todas cuantas desdichas en siglo y medio España vino sufriendo, y hasta la impunidad de sus autores, es obra de la traición masónica".
"¿Cómo se nos puede negar el derecho a defendernos de ella (la masonería)? ¿Es que puede alguien escandalizarse porque España la haya puesto fuera de la ley? Los masones en España significan esto: la traición a la patria y la amenaza de la religión; abyectas figuras que, por medrar, son capaces de vender sus hermanos al enemigo"

(1) Jugar "al alimón": Se refiere al modo de torear simultáneamente dos toreros, tomando cada uno un extremo de la misma capa roja. Se dice también "capear al alimón".

Citas bibliografícas

  • Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte que:


Belgrano rechazó la posibilidad de ingresar en la organización (Logia Lautaro), "aduciendo, precisamente, la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta".
Tanto la Logia Lautaro como la Logia de Julián Álvarez eran masónicas.
En 1809 se reunían en Sevilla, Matías de Irigoyen, Hilarión de la Quintana, Sarratea y Altolaguirrre, quienes pasaron luego a Cádiz donde se les unió San Martín.
San Martín y Bolivar, protagonistas de la entrevista de Guayaquil, eran ambos miembros masónicos.


  • Según las Memorias de José Moldes:
La primera sociedad secreta americana fue fundada en 1807 en Madrid y se llamó Conjuración de patriotas. A ella pertenecían, entre otros americanos, los hermanos salteños Gurruchaga y los Moldes, Juan Martín de Pueyrredón, Bernardo O’Higgins, Zapiola, Balcarce, los Lezica, Pinto y Alvear. Muchos se carteaban con otros americanos que andaban guerreando, como en el caso de San Martín.
  • Vicente Fidel López afirma que:
"la Lautaro" no fue una vaguedad revolucionaria ni un título de ocasión sacado de la Araucana de Ercillia sino una palabra intencionadamente masónica y simbólica cuyo significado específico no era "guerra a España" sino "expedición a Chile", secreto que sólo se revelaba a los iniciados al tiempo de jurar el compromiso". Lautaro era el nombre de un cacique araucano que luchó por su tierra contra los españoles en el siglo XVI.
  • El escritor colombiano Ismael López que escribía con el pseudónimo de Cornelio Hispano en su obra "La Vida Secreta de Bolívar" (Editorial Bedout, Santa Fé de Bogota, Colombia, 1944), menciona: "Si el precursor Francisco de Miranda (hermano masón), hubiese iniciado solamente a Bolívar, San Martín y O’Higgins, ello bastaría para justificar el titulo de Padre de la Independencia, que con gratitud le prodigan hoy, los sudamericanos...". (El comentario expresado líneas arriba, es realizado en forma adrede, debido a que muchos francmasones actualmente creen que se le otorgaba este título a Sebastián Francisco Antonio Gabriel de Miranda y Rodríguez, por ser el creador de las primeras Logias Masónicas en territorio hispanoamericano, cosa nada cierta...).
Si verificamos bien la historia de América en general, y repasamos los pocos y antiguos documentos existentes, entre ellos los de Cuadros Logiales, notaremos que en todas las naciones, ubicadas al Norte, Centro y Sur, los principales precursores, próceres y héroes de las mil batallas o combates, llevaban junto a la espada, lanza o fusil, el Mandil, la Escuadra y el Compás.
  • Según fuentes masónicas y de historiadores españoles, como Augusto Barcía Trelles, San Martín había ingresado a la masonería en 1808 a la Logia "Integridad" de Cádiz (centro del liberalismo español), y frecuentó durante su ostracismo europeo, Logias en Inglaterra, Bélgica y Francia, como antes lo había realizado en Lima, específicamente en la Logia "Paz y Perfecta Unión". En Bélgica fue condecorado San Martín en 1825 por los masones de las Logias "La Parfaite Amitié" y "Les Amis Philanthropos" con una medalla que lleva su perfil, el único auténtico que se conserva con su verdadera fisonomía, debido a la dedicación del grabador oficial del reino belga, que también era masón, su nombre Henry Simón.
  • Con relación al viaje de San Martín y la de otros complotados para que llegaran a América en 1812, vale la pena destacar la colaboración económica y pecuniaria del dirigente masón londinense, James Duff, IV Conde de Fife. (Emilio J. Corbiére. "La Masonería, Tradición y Revolución", II Parte. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, Argentina, 2001, página 31).
  • Merece asimismo la atención resaltar la revolución o el levantamiento del masón Rafael del Riego y Núñez, en España el 1 de enero de 1820, hecho que evito fortuitamente que un fuerte contingente de soldados españoles fuera embarcado con destino a Sudamérica, en los albores de la independencia. (Carnicelli, Américo. "La masonería en la independencia de América (1810-1830)", pág. 208).
  • "Tanto masón era Bolívar como Riego, y todos ellos y sus seguidores obedecían a una autoridad omnipotente, al supremo y oculto poder masónico, aliado a los enemigos seculares de España: A los pueblos anglosajones" (Carlavilla, Mauricio, Masonería Española, Madrid 1956, pág. 109).
  • La editorial Planeta de España acaba de presentar el libro del historiador español César Vidal, Los Masones. La sociedad secreta más influyente de la historia. Su libro, que toca el tema con amplitud y solidez, abarca inclusive la famosa Logia Lautaro, a la que perteneció el General San Martín, entre otros próceres argentinos. Las afirmaciones que realiza el autor vienen convenientemente señalizadas para que uno mismo si duda de su veracidad consulte las fuentes
Observaremos la gran importancia de la masonería en la aniquilación del Imperio Español. San Martín era masón, al igual que O´Higgins y Simón Bolívar. Consiguieron la emancipación y conquistaron el poder político, pero no consiguieron lograr estabilidad.
El militar masón Riego que debía sofocar la revuelta hispanoamericana se pronunció contra Fernando VII en Cabezas de San Juan. Resultado: formalmente se regresó al sistema constitucional de 1812, pero la administración del Estado fue dominada por la masonería.
José de San Martín, "aunque a los argentinos católicos les duela oírlo", era masón y "esto es indudable", concluyó el autor.
  • España había recuperado virtualmente su Imperio americano en 1815. Pero la dudosa presencia del general Morillo y la decidida intervención contra la expedición naval española de 1820 por parte del masón comandante Riego y del masón Juan Álvarez Mendizábal (intendente del Ejército de la Isla y futuro ministro desamortizador) frustraron el envío de esa segunda escuadra al río de la Plata, con inmensa alegría masónica de Bolívar y San Martín.
Así se produjo aquella pérdida de la España americana, que se consumó en 1898 con la de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a través de una gran conspiración masónica en España y Ultramar, que algunos historiadores alucinados se obstinan en negar arbitrariamente. (Ricardo de la Cierva - Revista Epoca, 20 de mayo de 2005).
  • La masonería a través de sus militares masones españoles consigue infiltrarse en las colonias españolas de Sudamérica y fueron responsables de la decadencia del imperio español. Los masones promueven el independentismo y el espíritu antiespañol por las colonias consiguiendo sus propósitos. Los dos independentistas más destacados, Simón Bolívar y José de San Martín, fueron masones reconocidos. Estos independentistas lograron sus propósitos a través de las logias masónicas que estaban establecidas clandestinamente por todo el territorio americano. (Jakim Boar - Masonería en España).

Renunciamiento de Simón Bolívar a la Masonería

Simón Bolívar fue iniciado en la Francmasonería en Londres y ante "El Area de las Promesas, juró acatamiento a los sagrados principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que servían de lema a la Revolución Francesa". En Londres obtuvo del general Miranda, que había apadrinado su ingreso a la Orden Masónica, que asumiera el mando de los ejércitos revolucionarios que deberían iniciar en Venezuela la guerra de la Independencia.
Ya lograda la independencia de las antiguas Colonias de América del Sur, sintió, como todos los verdaderos y grandes patriotas, el zarpazo, del Poder Oculto que dirige la Francmasonería, contra él y contra las nacientes naciones. Y seguro ya el Gran Libertador, del gran peligro que representaban, para esas nuevas naciones la Masonería y las Sociedades Secretas, promulgó en Colombia un Decreto disolviendo "todas las sociedades secretas". Decreto dirigido especialmente contra la Francmasonería, que era la única Sociedad Secreta importante conocida que entonces funcionaba en la nueva nación, y mandó clausurar Templos y Logias Masónicas.
Este Decreto del 8 de diciembre de 1828 dice entre otras cosas: "Habiendo acreditado la experiencia, tanto en Colombia como en otras naciones, que las Sociedades Secretas sirven para preparar trastornos políticos, perturbando la tranquilidad pública; que ocultando todas sus operaciones, con el velo del misterio, hacen presumir, que no son buenas ni útiles para la sociedad…. Decreto: Se prohíben en Colombia todas las asociaciones o confraternidades secretas, sea cual fuera la denominación de cada una". Bolívar llegó a decir, sobre su permanencia en la Masonería: "Encontré allí a muchos embusteros y muchos más tontos burlados".
Es evidente, que el Libertador Simón Bolívar pudo captar, durante su estancia en la Orden Masónica, cómo está constituida ésta por dos clases de masones, una mayoría de tontos útiles y una minoría de engañadores.
Este testimonio tan valioso de Bolívar y su Decreto que puso fuera de la Ley a la Masonería, son lecciones muy dignas de tomarse en cuenta por los Gobernadores Patriotas Latinoamericanos Militares o Civiles que, al permitir el funcionamiento de la Francmasonería en sus países o incluso al formar parte de ella, están labrando su propia perdición y la de los grandes principios Patrióticos que ellos representan.
Dadas las conclusiones finales que el Libertador Simón Bolívar adoptó respecto de la Masonería, es ridículo que los masones, para atraer incautos a sus filas, usen el truco de decir que la prueba de que es buena la Francmasonería para Latinoamérica, es que el Gran Libertador Simón Bolívar, se afilió a ella.

San Martin no fue masón por Mario Meneghini

A pesar de lo expuesto anteriormente en este artículo, existe una controversia entre diferentes pensadores con respecto a la relación entre José de San Martín y la masonería, tal como lo expresa Mario Meneghiri que según él San Martín no fue masón. Este historiador presentó tres Documentos, publicados en una revista especializada [1], cuyo director, Patricio Mac Guirre, ha realizado un aporte extraordinario a la historia argentina, demostrando lo que afirmamos en el título. Desde mediados del siglo pasado algunos historiadores han sostenido que el General San Martín fue masón, e incluso, interpretan su retiro del Perú como resultado de una decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en la gesta libertadora.
Recientemente, con motivo de cumplirse el aniversario de las batallas de San Lorenzo y de Caseros, la "Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones" publicó una carta en La Nación (26/1/98), manifestando que la masonería argentina "desea expresar, con serena unción, que San Martín y Urquiza han integrado el rol de sus miembros más conspicuos".
Lo más triste es que hasta autores católicos han aceptado la hipótesis como válida. Por ejemplo, Carlos Steffens Soler afirma que nuestro héroe máximo "comienza su aventura americana con un juramento formal en las logias inglesas" [2].
Sorprende este tipo de aseveraciones, ya que, como lo admite uno de sus biógrafos más conocidos "no existe ningún documento para probar que San Martín haya sido masón" [3].
Cabe agregar el testimonio de dos ex-presidentes de la República, que desempeñaron, además, el cargo de Gran Maestre de la Masonería Argentina. Bartolomé Mitre escribió: "La Logia Lautaro no formaba parte de la masonería y su objetivo era sólo político" [4].
Es importante destacar que para esta cuestión Mitre consultó al General Matías Zapiola, quien había integrado la Logia. Por su parte, Domingo Faustino Sarmiento opinó: "Cuatrocientos hispanoamericanos diseminados en la península, en los colegios, en el comercio o en los ejércitos se entendieron desde temprano para formar una sociedad secreta, conocida en América con el nombre de Lautaro. Para guardar secreto tan comprometedor, se revistió de las fórmulas, signos, juramentos y grados de las sociedades masónicas, pero no eran una masonería como generalmente se ha creído..." [5].
La Revista Masónica Americana, en su Nº 485 del 15 de junio de 1873, publicó la nómina de las logias que existieron en todo el mundo hasta 1872, y en ella no figura la Lautaro [6].
Así, el único antecedente que pueden exhibir quienes defienden la hipótesis comentada, es una medalla acuñada por la logia "La Parfaite Amitié", de Bruselas, en 1825. Al respecto puede señalarse que la medalla sólo contiene la efigie del General y la inscripción "Au General San Martín", sin dársele el tratamiento de "hermano" (H..). Como la Masonería no limita los homenajes a sus propios miembros, y la figura del Libertador era suficientemente conocida en Europa, dicho elemento no aporta ninguna evidencia [7].
Además, se ha llegado a determinar que en 1825 el rey de Bélgica, Guillermo I, dispuso acuñar diez medallas diseñadas por el grabador oficial del reino, Juan Henri Simeón, con la efigie de otras tantas personalidades de la época.
Aparentemente, debido a las necesidades políticas internas, el rey concedió a la logia citada la acuñación de la medalla destinada a San Martín. Hay que añadir que eso ocurrió en 1825, y en los siguientes veinticinco años que vivió San Martín en el viejo continente, no se produjo ningún hecho ni documento que lo vinculara a la organización.
Sobre la posición de San Martín en materia religiosa, ha investigado especialmente el P. Guillermo Furlong, quien llega a esta conclusión: "Hemos de aseverar que San Martín no sólo fue un católico práctico o militante, sin que fue además, un católico ferviente y hasta apostólico" [8]. Pero hay un testimonio curioso, que viene a confirmar lo dicho, con ocasión de una misión pontificia en Buenos Aires, presidida por Mons. Muzi, en 1824, estando San Martín ya alejado de toda función oficial. En esa oportunidad, el Gobernador Rivadavia no recibió al Vicario Apostólico, y tuvo actitudes sumamente descorteses.
Pues bien, el testimonio corresponde a un integrante de esta misión, el P. Mastai Ferreti; quien sería luego el Papa Pío IX, apuntó en su Diario de Viaje: "San Martín(...)recibido por el Vicario, le hizo las más cordiales manifestaciones" [9].
La Masonería fue condenada por el Papa Clemente XII mediante la Bula In Eminenti, del 4 de mayo de 1738, donde se prohibe "muy expresamente(...)a todos los fieles, sean laicos o clérigos (...) que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto en tales centros(...)bajo pena de excomunión...".
Esta condenación fue confirmada por el Papa Benedicto XIV en la Constitución Apostólica Providas del 15 de abril de 1751, y como consecuencia, fue también prohibida la Masonería en España, ese año, por una pragmática de Fernando VI. Por ello es importante esclarecer este punto, pues "el catolicismo profesado por San Martín establece una incompatibilidad con la Masonería, a menos que fuera infiel a uno o a la otra" [10]. Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte, que Belgrano rechazó la posibilidad de ingresar en la organización, "aduciendo, precisamente, la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta" [11].
Consideramos que los documentos obtenidos por Maguire aclaran definitivamente esta cuestión. El primero, responde a un cuestionario solicitando informes sobre logias: Lautaro, Caballeros Racionales Nº 7 y Gran Reunión Americana.
Las personas siguientes: Francisco Miranda, Carlos María de Alvear, Simón Bolívar [12], José de San Martín, Matías Zapiola, Vicente Chilabert, Bernardo O’Higgins, Luis López Méndez y Andrés Bello.
El segundo documento es la respuesta de la Gran Logia de Escocia, y el tercero, la correspondiente a la Gran Logia de Irlanda. Transcribimos a continuación la traducción de los tres documentos, y luego las copias de los originales en inglés.
En conclusión, si no existe ningún documento que contradiga el contenido de estas cartas de las propias autoridades masónicas, y, además, el análisis de su obra demuestra que el Gran Capitán "hizo lo contrario de lo que la Masonería procuraba, y fue hostigado por ésta" [13], el veredicto no merece ninguna duda: San Martín no fue Masón.

Documento I

Gran Logia Unida de Inglaterra Londres, 21 de agosto de 1979
Estimado Señor, Su carta del 7 de agosto de 1979, dirigida al Gran Maestre, me ha sido derivada para su contestación.
1. La Logia Lautaro era una sociedad secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular.
2. La tres Logias que Ud. menciona en su carta, jamás aparecieron anotadas en el registro o en los Archivos ni de los Antiguos ni de los Modernos ni de la Gran Logia Unida de Inglaterra: no hubieran sido reconocidas como masónicas en este país entonces o posteriormente.
3. Las seis personas mencionadas en su carta, de acuerdo a nuestros archivos, nunca fueron miembros de Logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
4. La Gran Logia de Inglaterra no era el único organismo masónico existente durante el período en el cual Ud. está interesado. Existían Grandes Logias independientes en Irlanda, Escocia, Francia, Holanda y Estados Unidos de América, todas las cuales autorizaban la instalación de logias propias.
5. Nunca han existido medios legales para prohibir que extranjeros en Inglaterra crearan sus propias Logias, pero tal acción siempre ha sido considerada por la Gran Logia de Inglaterra como una invasión de su soberanía territorial, y las logias así creadas no serían reconocidas como regulares, ni se permitiría a sus miembros concurrir a las Logias inglesas, o que los masones ingleses concurrieran a aquellas.
Sinceramente suyo, James William Stubbs, Gran Secretario

Documento II

Gran Logia de Escocia Edimburgo, 30 de junio de 1980
Estimado Señor, Con eferencia a su carta del 17 de junio concerniente a las seis personas mencionadas en su comunicación, le informo que las conexiones que la Gran Logia de Escocia tuvo con Sudamérica fueron establecidas en fecha muy posterior a las de la Gran Logia Unida de Inglaterra, ya que la primera Logia Escocesa no fue autorizada hasta 1867.
Lamento no poder ayudarle en su investigación. Afectuosamente suyo, Gran Secretario

Documento III

Gran Logia de Irlanda Dublin, 24 de junio de 1980
Estimado Señor, Gracias por su carta del 17 de junio y por la copia de las cartas que Ud. recibió de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
La Gran Logia de Irlanda nunca estuvo activa en Sud América y no hemos tenido relación alguna con los organismos que Ud. menciona.
La respuesta a las preguntas que Ud. específicamente formula son:
1. No hemos emitido patentes (Cartas de Instalación) a ninguna de las Logias arriba mencionadas y no existe registro alguno de ninguno de los nombres que menciona, como miembros de logias irlandesas.
2. No existe posibilidad alguna de que una logia nuestra haya emitido patentes o iniciado a ninguna de las personas mencionadas, por cuanto no estaban activas en sus áreas.
3. Desde el establecimiento de la Gran Logia de Irlanda en 1725 se estableció que temas de Política o Religión no podían ser considerados en ninguna de nuestras logias, ni éstas tampoco debían comprometerse en actividad política alguna. Este principio permanece vigente hasta el presente día.
Sinceramente suyo, J.O. Harte Gran Secretario

El testamento de San Martín

.....Quien es considerado, con justicia, el Padre de la Patria, San Martín, fue combatido y obligado al exilio por aquellos que no aceptaban que el alma de la patria fuese cristiana. Que renegaban de la tradición hispánica, pues preferían los postulados masónicos de la Revolución Francesa. Aún desde Europa, San Martín continuó hasta su muerte preocupándose por el cuerpo y el alma de la Argentina. En varias de sus cartas aboga por una mano firme que ponga orden en la patria. Cuando esa mano firme enfrenta al invasor extranjero, en la Vuelta de Obligado, San Martín redacta su testamento, disponiendo:
"El sable que me ha acompañado en la independencia de América del Sur, le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido de ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla." . . .

Notas

[1] Revista Masonería y otras sociedades secretas, Buenos Aires, Nº 2, noviembre de 1981, págs. 20-25; Nº 3, diciembre de 1981, págs. 15-20; Nº 5, febrero de 1982, págs 30-35.
[2] Carlos Steffens Soler: San Martín en su conflicto con los liberales, Librería Huemul, Buenos Aires, 1983, pág 27.
[3] Ricardo Rojas :El Santo de la Espada, Buenos Aires, 1983, pág. 71.
[4] Cit. por Héctor Piccinali: Testimonios católicos del General San Martín, Revista Mikael, Buenos Aires Nº 16, 1978, pág. 90.
[5] El General San Martín, cit. por H. Piccinali, op.cit. pág. 90
[6] Armando Tonelli: El General San Martín y la Masonería, Buenos Aires, 1944, págs 23-24.
[7] Roque Raúl Aragón: La Política de San Martín, Córdoba, Universidad Nacional de Entre Ríos, 1982, pág. 18-19; Cayetano Bruno: La religiosidad del General San Martín, Ed. Don Bosco, Boulogne, Buenos Aires, 1978, págs 21-22. A. J. Pérez Amuchástegui, sin prestar ninguna evidencia, opina que "es obvio que el General, como dice Le Belge, tenía que estar vinculado a esa hermandad para que le honrase" (Ideología y Acción de San Martín, Buenos Aires, Eudeba, 1966, pág. 88).
[8] Guillermo Furlong: El General San Martín, ¿Masón - Católico - Deísta?, Buenos Aires, Theoría, 1963, pág 136.
[9] P. Cayetano Bruno: Historia de la Iglesia en la Argentina, cit. por Héctor Piccinali en San Martín y el Liberalismo, Revista Gladius, Buenos Aires, Nº 19, 25/12/90, pág. 116.
[10] Roque Raúl Aragón, op.cit., pág.19.
[11] Tomás de Iriarte: Memorias. Tomo I, cit. por Aragón, op.cit., nota 8, pág.19.
[12] Existe documentación probatoria de que Bolívar perteneció a una logia de París, dependiente de la Masonería Francesa, por eso no figura registrado en la rama anglosajona.
[13] Aragón, op. cit., pág. 21.

Los secretos de la Lautaro

La revolución del 8 de octubre de 1812, en la que interviene activamente José de San Martín, no fue la primera contra un gobierno patriota después del 25 de mayo de 1810, pero sí la más importante hasta entonces.
Ella tuvo como características principales, primero el protagonismo militar, con la intervención de los Granaderos y Arribeños al mando de San Martín y Carlos de Alvear; y en segundo lugar, la decidida acción de las logias masónicas que a partir de ese momento se constituyeron en factotum principales del poder.
Ambos hechos se originan en realidad en Cádiz, donde la actividad de las logias masónicas fueron un polo de atracción para los jóvenes militares que veían en Francia al enemigo principal de la entonces débil España. Allí es donde toma preeminencia la influencia de los masones británicos, aliados necesarios para la lucha contra los "afrancesados" y contra el absolutismo borbón.
Este es el origen de la adhesión de San Martín a los Caballeros Racionales, logia de Cádiz, y luego la subordinación a la Gran Reunión Americana de Londres. Esta última auspició y promovió el viaje del núcleo de militares que llegó en la fragata "Canning" a Buenos Aires. Entre ellos se encontraban San Martín, Alvear y José Matías Zapiola.
El 8 de octubre entonces, no tuvo otro objeto que asegurar el gobierno a la influencia del grupo masón, el que a partir de la Logia Lautaro dominó por períodos intermitentes las riendas del poder. De todas maneras, el único líder que se mantuvo fiel al objetivo inicial fue San Martín. El mismo nombre de Lautaro implicaba, en código masón, el destino final: la expedición libertadora a Chile. (Lautaro es el héroe nativo del poema "La Araucana" donde Alonso de Ercilla y Zuñiga relata la conquista de los territorios chilenos en el siglo XVI).
Este era el paso inicial para atacar Lima, corazón del poder realista, plan que San Martín traía desde Londres.
Sin embargo, después del 8 de octubre éste se desilusiona ante la inexplicable demora de la declaración de la Independencia por parte del gobierno de la logia. Con la caída de Alvear y la asunción después de otro masón, Juan Martín de Pueyrredón –que paradójicamente fuera desplazado en la revolución el 8 de octubre del gobierno– quien, dándose a conocer como tal, lo apoya en forma incondicional, el Libertador recupera el terreno perdido.
Sin embargo, su desobediencia a las órdenes de la logia de Buenos Aires en 1819 – que le urgía a volver con su ejército para defender al gobierno – lo sumió en la situación embarazosa que debió soportar hasta concluir su campaña en el Perú y que determinó su renunciamiento en Guayaquil.
Solo su manejo de las logias chilenas – con el apoyo de Bernardo O´Higgins - lo preservó de contratiempos mayores.
Sin duda, los tonos grises en la vida del Libertador, ocultan parte de su real dimensión como estratega y patriota.
(…..)
San Martín fue un actor comprometido con su tiempo, y como tal luchó desde una posición determinada. Esa posición estaba directamente vinculada a los intereses de Inglaterra en su lucha por imponerse a España. Sería una ingenuidad suponer que un desconocido oficial español llegaría al Rio de La Plata y establecería las mejores relaciones sociales y se daría además el lujo de descabezar a un gobierno, como ocurrió cuando se opuso al Triunvirato encabezando la primer revuelta después del 25 de mayo de 1810 al frente de sus granaderos (8 de octubre de 1812).
La fuerza de San Martín era precisamente el respaldo masón. La misma fuerza que respaldó a O´Higgins, a Francisco Miranda antes y al mismo Simón Bolivar.
Esa misma fuerza que le hizo desconocer las órdenes de regresar con el ejército a Buenos Aires en 1819 para defender el gobierno del Río de la Plata, proyectándose casi como un general apátrida e iniciando luego la campaña del Perú, bajo la protección chilena encabezada por O´Higgins.
La historia de los masones de nuestro país puede ser leída en un interesante libro de un historiador, también masón, Alcibíades Lappas.
San Martín cumplió una misión y, como todo masón, llevó hasta su tumba los secretos que lo impulsaron y sus hermanos masones respaldaron este silencio.
Respecto el depósito de sus restos en la Catedral de Buenos Aires. Lo del doble cajón -es cierto- que era muy grande por eso debió dejárselo inclinado, es un argumento de una soberbia candidez. Por último, habría que preocuparse en averiguar que créditos recibieron las autoridades de la Iglesia en Argentina por la misma época en que los restos del Libertador fueron trasladados a la Catedral. Algo muy simple en un país con buenos archivos.
De todas maneras, todo esto no compromete ni invalida la extraordinaria figura de nuestro máximo héroe, Don José de San Martín.

Masonería en la República Argentina

Eduardo Mauricio Sebastianelli, en su trabajo Masonería en la República Argentina expresa que el general Don José de San Martín, quien había sido iniciado el 6 de mayo de 1808, en la logia masónica Integridad de Cádiz; junto a Carlos María de Alvear y a Matías Zapiola, quienes también habían sido iniciados en Cádiz funda un triángulo masónico, que no tardó mucho tiempo en constituirse en una logia justa y perfecta y la que fue concebida con el nombre de la logia Lautaro, y algunos de sus componentes fueron: Julián Alvarez, Antonio Záenz, Bernardo Vélez, Bernardo Monteagudo, Manuel Pintos, Manuel S. Anchorena, Tomás Guido, entre otros.
La logia Lautaro fue fundada en el año 1812 y sus miembros organizaron posteriormente otras logias en las provincias argentinas de Córdoba, Santa Fe y Mendoza, como así también en Santiago de Chile y Lima, Perú.
Muchos antimasones han tratado de alejar la figura del general San Martín de las filas de la masonería, queriendo demostrar que la logia Lautaro, no era una logia masónica, sino más bien una asociación política y secreta, o que el general San Martín no perteneció jamás a la masonería. Pero podemos tomar como referencia un párrafo de la carta enviada por San Martín al general Guillermo Miller, y fechada el 19 de abril de 1827, donde San Martín expresa: No creo conveniente que hable usted lo más mínimo de la Logia de Buenos Aires. Estos son asuntos enteramente privados y aunque han tenido y tienen gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte e América, no podrán manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos.
Por otro lado, es significativa también la carta de Mariano Balcarce, enviada desde París, con fecha 30 de noviembre de 1860, donde manifiesta: Siguiendo fielmente las ideas de mi verdadero señor padre político (refiriéndose al general Don José de San Martín) que no quiso en vida que se hablase de sus vinculaciones con la masonería y demás sociedades secretas, considero debo abstenerme hacer uso de los documentos que poseo al respecto.
En la enciclopedia de la Francmasonería, A. Gallatin Mackey nos dice: Ahora bien, la Logia se componía de dos cámaras o secciones: la simbólica o azul, que constaba de los tres primeros grados masónicos, y la superior o roja, compuesta de los grados 4º y º Rosa Cruz o Kadosh, para usar la terminología masónica. A esta cámara la denominó San Martín: Gran Logia de Buenos Aires, y fue la que actuó en política con prescindencia de Lautaro, la cual no intervenía para nada en las deliberaciones de aquélla. Conviene que expliquemos bien esto. En realidad, en vez de uno, eran dos organismos, aún cuando guardaban entre sí una estrecha relación.
En la logia Lautaro, se enseñaba al adepto todo lo concerniente a la masonería práctica, explicación del origen y significado de los signos, las relaciones de masón a masón, la práctica de las virtudes y de las ciencias, la ayuda mutua, la beneficencia y el amor a la Patria. En cambio, en la Gran Logia, eran recibidos todos aquellos hermanos que habían demostrado su patriotismo, su valentía y eran recibidos en el cuarto grado, donde se les mostraba el verdadero significado político, que tuvo por algún tiempo en sus manos los designios de la Patria. De esta manera se comprende fácilmente la importancia de la Gran Logia, en la cual, el secreto debía ser la base de su funcionamiento. Hubiese sido imprudente combatir a la luz del día.
Si la Gran Logia de Buenos Aires, no hubiera sido una logia masónica ¿Podría haber producido los efectos que produjo? Las sociedades secretas, puramente políticas, son de un carácter local, su esfera de acción no puede ser tan amplia como para tener influencia en otros pueblos, que muchas veces son de culturas diferentes.
El general San Martín, nunca formó parte de los Oficiales de la Logia Lautaro, y esto fue así, dado que él presidía la Gran Logia de Buenos Aires, secundado por el Lugar Teniente Carlos María de Alvear; Secretario del Norte: José F. Agrelo; Secretario del Sur: Tomás Guido; Gran Orador: Hipólito Vieytes. Los demás cargos se distribuyeron entre los hermanos Posadas, Rodríguez Peña, Alvarez Jonte, Sarratea, Luca, Chorroarín, Belgrano y Somellera. El hecho de que la Gran Logia contara con dos secretarios, nos demuestra que su accionar no estaba limitado al territorio argentino, sino que se extendía más allá de sus fronteras.
La constitución de la Gran Logia aprobada el 23 de julio de 1812 era un manuscrito del cual sólo existía un ejemplar y era leído en todas las tenidas magnas y cuyo preámbulo expresaba lo siguiente: Gemía la América bajo la más vergonzosa y humillante servidumbre dominada por el cetro de hierro de España y por sus reyes, como es notorio en el mundo entero y lo han observado por tres siglos con justa indignación todas las naciones. Llegó por fin el momento favorable en que, disuelto el gobierno español por la presión de su monarca; por la ocupación de España y por otras innumerables causas, la justicia, la razón y la necesidad, demandaba imperiosamente el sacudimiento de este yugo. Las provincias del Río de la Plata dieron la señal de libertad: se revolucionaron, han sostenido su empresa con heroica constancia; pero desgraciadamente, sin sistema, sin combinación y casi sin otro designio que el que indicaban las circunstancias, los sucesos y los accidentes. El resultado ha sido haber dado lugar a las querellas de los pueblos, al extravío de la opinión, al furor de los partidos y los intereses de la ambición sin que los verdaderos amigos de la Patria pudiesen oponer a estos gravísimos males otro remedio que su dolor y confusión.
Este ha sido el motivo del establecimiento de esta logia que debe componerse de caballeros Americanos que distinguidos por la libertad de las ideas y por el fervor de su patriótico celo, trabajen con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad, consagrando a este noblísimo fin todas sus fuerzas, su influjo, sus facultades y talentos, sosteniéndose con fidelidad, obrando con honor y procediendo con justicia bajo la observancia de las siguientes constituciones.
Para concluir, nos referiremos a la carta enviada por el general Zapiola, al general Bartolomé Mitre, en contestación al cuestionario que éste último le hiciera, en ella dice:
1 Que la logia a la que él pertenecía en España se llamaba Sociedad Lautaro y que era la reunión de americanos a la que fue incorporado en Cádiz.
2 En Londres asistió a la Sociedad establecida en la casa de los diplomáticos de Venezuela, donde fue ascendido al quinto grado como lo fue el general San Martín; y que ésta estaba relacionada con la de Cádiz y otras.
3 Que él ha creído que el general Bolívar ha sido fundador de la Sociedad en España, o que ha tenido una parte en su fundación.
4 En Londres conoció al diputado de Caracas, Méndez y al secretario Bello, al padre Mier, al marqués del Apartado, al doctor Villa Orribia, a don Manuel Moreno y otros más.
5 Que cinco eran los grados de iniciación, y que sólo recordaba que el primero era Independencia, y el segundo la República.
6 Que en Cádiz se llamaba Sociedad Lautaro, en cambio en Buenos Aires se la denominó Logia Lautaro.
De esta manera, creemos que queda debidamente comprobada la filiación masónica del general San Martín, como así también de todas las logias constituidas por él.

Fuente

  • Brizuela, Ricardo E. – Los secretos de la Lautaro.
  • Cerone, Pablo Martín – Autor del artículo - San Martín, logias e independencia americana.
  • Corbière, Emilio J. - La Masonería - Ed. Sudamericana - Buenos Aires (1998).
  • Diario La Nación - El despertar de los héroes - miércoles 10 de diciembre de 1997.
  • Guzmán Estrada,José - El aporte de las logias masónicas en la independencia de América.
  • Iglesias, Graciela - La KGB también investigó la vida de San Martín - La Nación, 13 de agosto de 2000.
  • Iglesias, Graciela – San Martín, enigmático viajero en Europa.
  • Iriarte, Tomas de - Memorias
  • Juárez, Francisco N. - Bajo la lupa de un invasor - La Nación, domingo 20 de enero de 2002.
  • Lapolla, Alberto J. – La Patria Grande perdida – Rebelión - lunes 25 de julio de 2005.
  • Lezcano, Martín - Las Sociedades Secretas y Políticas en Buenos Aires - Buenos Aires (1927).
  • Lappas, Alcibíades - La Masonería en la Argentina a través de sus Hombres - Buenos Aires (1958).
  • Mackey, Gallantin - Enciclopedia de la Francmasonería - Ed. Grijarbo, México (1981).
  • Meneghini, Mario - San Martín no fue masón.
  • O’Donnell, Pacho - La historia argentina que no nos contaron – Editorial Sudamericana.
  • O’Donnell, Pacho - Un San Martín poco conocido - La Nación, jueves 10 de agosto de 2000.
  • Oscar A. Turone – Patricios de Vuelta de Obligado.
  • Rottjer, Anibal A. - La masonería en Argentina y en el Mundo - Ed. Nuevo orden (1976).
  • Sanchez Viamonte, Carlos - El pensamiento liberal argentino en el siglo XIX - Buenos Aires (1957).
  • Sebastianelli, Eduardo Mauricio - Masonería en la República Argentina.

Artículos relacionados

Enlaces externos